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30 aniversario del coffeeshop holandés Carin Tiggeloven

 

03-12-2002

Este año el coffeshop holandés cumple treinta años de existencia. Estos establecimientos, en los que se venden drogas blandas, son uno de los principales atractivos para los turistas que visitan Holanda. Y, como después de tres décadas los holandeses empiezan a perder interés, los turistas son los principales clientes. A pesar de que la cantidad de coffeeshops se ha reducido, en la ciudad de Haarlem se celebra este aniversario.

 

Si bien en un coffeshop se puede beber café, en realidad sus clientes muestran más interés por la marihuana o el hachís. El turista medio puede llevarse una sorpresa, pues un coffeshop no es un bar común y corriente. Sin embargo, hoy en día los coffeeshops se han convertido justamente en una de las principales atracciones turísticas holandesas.

 

El primer coffeeshop holandés se llamaba Mellow Yellow, y estaba situado, desde luego, en Ámsterdam. Hace exactamente 30 años, Wernard Bruining y su compañera de vida decidieron vender marihuana en su establecimiento. El nombre del coffeeshop era en realidad el título de una conocida canción de Donovan y servía como contraseña. En la canción se recomendaba que a falta de tabaco se podía freír y fumar una cáscara de plátano, cuya inhalación tenía el mismo efecto alucinógeno.

 

Según los propietarios del establecimiento, los clientes fumadores comprendían perfectamente la intención del nombre; los demás sólo considerarían gracioso un establecimiento amsterdamés con nombre inglés.

 

Bruining comenzó su negocio en una casa que había ocupado en Ámsterdam. Con el paso del tiempo se establecieron dependencias de índole más comercial. Dos de ellas, llamadas Rusia y Ámsterdam, fundadas en 1975, vendían además diferentes variedades de café. De esta manera el nombre coffeeshop se hizo de uso común. Paulatinamente, los establecimientos se hicieron más comerciales, y uno de los mejores ejemplos es la cadena Bulldog, en la que la venta de bebidas se ha integrado con la de hachís.

 

Inicialmente, las autoridades holandesas toleraron estos establecimientos. En 1976, se promulgó una ley en la materia, según la cual se establecía distinción entre drogas blandas, como la marihuana y el hachís; y la droga dura, como la heroína y la cocaína. La distinción se funda en la convicción del Gobierno de que las primeras no crean adicción. Y si bien el comercio de ambas es considerado ilícito, las autoridades toleran el de las blandas.

 

En la práctica, esta política de tolerancia significa que los coffeeshops pueden vender drogas blandas, en cantidades máximas de 5 gramos por cliente. Además, en caso de ciertas enfermedades es posible adquirirlas como sedante, para lo cual se requiere una autorización especial.

 

Las autoridades holandesas defienden el principio de que el consumo de drogas blandas no necesariamente conduce al de las duras. Al tolerar su venta en los coffeeshops, el Gobierno intenta extraer las drogas blandas del circuito criminal y, al parecer, con cierto éxito. Según la agencia nacional encargada de observar el consumo de drogas, Holanda cuenta con la menor cantidad de casos problemáticos de consumidores de drogas. Y en lo tocante al consumo en Europa, Holanda se encuentra en el sector intermedio.

 

Sin embargo, los coffeeshops son causa de molestias, por ejemplo en las regiones fronterizas. Tal es el caso en Limburgo, donde, particularmente los fines de semana, grandes cantidades de jóvenes alemanes llegan en busca de drogas. Esto atrae, desde luego, muchos vendedores que intentan vender droga en las calles.

 

Actualmente, los municipios no desean conceder más permisos para estos establecimientos. Todo lo contrario, quisiera disminuir su cantidad. Entre 1995 y 1999 se cerraron 350 de los 1200 coffeeshops existentes. Además, cada municipio tiene su propia política al respecto, la cual puede variar entre tolerar y prohibir.

 

La política holandesa en materia de drogas ha sido blanco de críticas en Europa. Con su plan de acción contra las drogas, Europa se propone combatir el problema. Por una parte, la iniciativa ofrece información y ayuda a drogadictos. Al mismo tiempo, combate el narcotráfico y la producción de drogas. Además, los tratados en el marco de las Naciones Unidas prohíben el comercio, la producción y el transporte de marihuana.

 

A pesar de ello, Holanda recibe creciente apoyo de otros Estados de la Unión Europea, entre ellos Dinamarca, Alemania, Bélgica y Francia. Gradualmente, estos países siguen el ejemplo holandés, e incluso Inglaterra ha iniciado experimentos con coffeeshops. Por último, Suiza, que no pertenece a la Unión, también aplica una política de tolerancia.

 

En todo caso, en la ciudad holandesa de Haarlem, esta semana se celebra el trigésimo aniversario del coffeeshop, y las festividades se clausuran con la elección de la mejor marihuana. Por su parte, el fundador del primer coffeeshop, Wernard Bruining, augura una larga vida a su invención y espera que el hachís siga siendo prohibido.

 

A su juicio los franceses creen que es posible beber a diario una copa de vino y alcanzar una edad respetable. Pero, un porro diario cambia inevitablemente al fumador. La marihuana y el hachís son productos que no se deben comercializar, y que sólo se deben ofrecer al público bajo ciertas condiciones.

 

 

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